Continuando con nuestra serie de entradas sobre la arquitectura en Oslo propiciadas por nuestro último viaje a la capital noruega, queremos comentar el gran referente arquitectónico de la ciudad, su Opera.
Este edificio finalizado en el año 2007 es obra de la firma de arquitectura Snohetta. Se encuentra en la península de Bjorvica que forma parte del puerto de la ciudad y que históricamente se ha considerado como el punto de comunicación de la ciudad con el resto del mundo.
La línea que separa la ciudad y el mar es tanto un límite real como simbólico del encuentro de la tierra y el océano, de Noruega y el mundo, el arte y lo cotidiano.
Su carácter monumental era uno de los requisitos en las bases del concurso para su diseño. Para legitimar esta idea, los arquitectos decidieron optar por un edificio abierto al público y de fácil acceso. Un edificio accesible en el más amplio sentido de la palabra, proponiendo una alfombra de superficies horizontales e inclinadas que fluye desde la parte superior del edificio hasta hundirse en el fiordo. Esta alfombra conecta el edificio con el resto del entorno urbano logrando una monumentalidad basada en lo horizontal, no en lo vertical.
Exteriormente, el edificio parece componerse mediante el juego de unos volúmenes geométricos que aparecen y se esconden bajo una alfombra de piedra, que junto con el gran paramento ondulado del interior, conforman los tres conceptos de su diseño.
Al aproximarte al edificio desde la estación de ferrocarril, recorriendo un paso elevado para salvar una barrera de asfalto y tráfico, queda patente que la ópera es el primer elemento de un plan urbano de transformación y puesta en valor de la zona, en el que la ópera juega un papel principal conectando la ciudad y el fiordo tanto a nivel urbanístico como de paisaje.
Tres materiales principales construyen el edificio, cuyo color textura y calidez son claves en el diseño. Piedra blanca para la alfombra, madera para el gran paramento ondulado y metal para los volúmenes.
En nuestra opinión se trata de un edificio completo, que no sólo ofrece unos espacios para el desarrollo del arte, sino que regala a la ciudad de una gran plaza junto al mar, de un espectacular mirador y de un referente capaz de regenerar toda un área urbana. Todo ello con una impresionante sencillez y naturalidad que te sobrecoge mientras recorres su cubierta y admiras el impresionante fiordo en el que se desliza y desaparece.
Fotografías realizadas por Rubén Bodewig, texto José Sáez aureaarquitectos.